Cuentan las Letras...Que en el confin de las Trampas



Habíase un astuto rey de un reinado cualquiera,
Que por no tener no-tenia ni la mínima vergüenza.
Pero si le molestaban aquellas ratas siniestras,
que a mogollón y a menudo invadían sus despensas.
Llegando a sus oídos o a sus amplias orejas,
que allá en lontananza, habiendo hambre en su panza,
y mucha arte en su flautero, intento seguir la pista
a un apuesto duende flautista, y encontrar su existencia.
Que corría un tal rumor, que él con tal instrumento,
conseguía del invento embobar al roedor,
siguiéndole hasta las cumbres de las más altas montañas.
con tan dulces melodías desprendidas de la caña.

Al cabo de varios días de llegar a tal palacio,
el flautista muy dispuesto expuso sus condiciones,
El obtener algo a cambio, mejorando posiciones.
El rey desde su trono, propuso con cara de mono,
_Te daré en beneficio una parte de mis tierras,
Que tengo allá muy preciadas, En el confín de las Trampas.

Así pues, se marcha tan contento a cumplir con tal evento,
No habiendo competencia en tal profesión extraña,
de encantador de ratones perdidos en la estacada.
Mando el rey muy dispuesto y tan ufano, al tal fulano,
llevar a los roedores Al barranco del Gitano.
Allí se mueran de asco, se pierdan los desgraciados.

Ajeno en tal contienda, desconociendo lo dicho.
¡Por Dios! si todo bicho, tiene derecho a la vida.
Pero ¿llegarían los disgustos por haber miles de gustos,
que critiquen vuestras vidas por esas viles comidas?

El flautista empecinado en disfrutar lo acordado,
fue a tierras lejanas con toda gran ilusión.
Que amarga decepción al comprobar tal engaño.
Si aquello era un abismo, un barranco de lo peor.

El rencor le atenazaba, al sentirse estafado.
Maltrecho y abochornado, después de tanta patraña.
Todo aquello que soñara de tener su propia hacienda.
A la mierda la contienda y las promesas baratas.
Pero a aquel vil reinante le vería frente a frente.
¿Que se proponía con tal horrible desplante?
Es que la avaricia rompe el saco, y si no es honrado, se es caco.

Pero, en un momento cualquiera de tanta vida abundante,
Puede surgir un gigante por pequeño que este sea.
! Abrid deprisa soldados? Os traigo buenas noticias para el rey de los gitanos.
_Nosotros se las daremos, quedad ahí para hablarnos,
_ ¿Cuales son las buenas nuevas que tan presto has de darnos?
_Solo al oído del rey puedo tan solo contarlo,
Me lo tiene él prohibido, a nadie puedo contarlo.
_Pasar pues, no perdáis tiempo, no quiero ser yo quien cargue
con tal caso que me amargue.

El muy astuto flautista disfrazado de bufón,
pasa presto al callejón. Acercándose al reinante,
muy callado y al oído, le dice a aquel malvado tirano.

Tenéis vos muy mala suerte, pues en tierras regaladas,
no hay tales yacimientos ni de piedras agraciadas. Pero…
a cambio ahí presto, un flautista ruin ha traído del confín
a mil ratones hambrientos que bailan ya de contentos,
por entrar en tus despensas.
_ ¿Qué me dices? ¡Cobarde! Después de haberte dado
esos preciados tesoros, me pagas de ese modo.
_ ¡Por Dios! No sufráis señor. Aun de causarle dolor.
Si me caso con su hija, esa preciosa doncella,
yo le libro de tal pella y tantos viles ratones,
que esperan impacientes, de poder hincar sus dientes
en tantas delicadezas.
_Eso es una patraña, supongo que estáis metiendo caña.
De eso no me creo nada- dijo el rey muy exaltado.
_Yo le invito mi señor a mirar por sus ventanas.
Así podréis comprobar que no es mentira osada.
Que está la tierra cubierta por sus pieles albergada
-puso el flautista en desgana, debajo de aquel sombrero,
provisto de ala ancha para ocultar su premura.
Al comprobar que era cierto, todo lo que se contaba.
Dijo muy enfurecido, el coronado enmarcado:
_ ¡Que sin vergüenza! ¡Que ruin! El de mandarme en deshecho,
Esa horda ratonera.

El flautista tan ufano, dijo le al rey tan gitano­.
Siempre hay la moraleja, que aquel que bien se queja.
No debemos de fiarnos de un tramposo cualquiera.
Que todo aquel que promete, veremos donde se mete,
si no quiere que el destino, le rebane su camino.
Al no cumplir sus promesas.
Además: no se fie compañero, que aún no teniendo dinero.
El tiempo puede cambiar, y el río se vuelva már,
Y aquel que no se hace sentir, quizás puede revivir,
Dejándole sorprendido, aun que no tenga sentido.

Fin